lunes, 26 de febrero de 2018

El cuidado de la naturaleza, una mirada a la luz del capítulo VI de la Encíclica LAUDATO SI

El cuidado de la naturaleza, una mirada a 

la luz del capítulo VI de la Encíclica 

LAUDATO SI




Claudio Torres



¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están creciendo?. Esta es la constante en la encíclica “LAUDATO SI”, del Papa Francisco, que está inquiriéndonos en todo el texto papal; una pregunta que desequilibra el egocentrismo del ser humano y que va más allá de lo que comúnmente estamos haciendo en nuestro tránsito por la vida terrenal, pues creo que ninguna persona que pasó por este mundo sin haber hecho algo por los demás, se puede decir que haya vivido.

“Educación y espiritualidad ecológica” es el título del capítulo VI de esta encíclica, donde el Papa Francisco resalta en primer lugar que el ser buenos ciudadanos del mundo (no se diga, buenos cristianos) va más allá de hacer el bien al prójimo, de la solidaridad que debemos profesar entre todos a quienes Dios nos legó este paraíso que se llama naturaleza. Subraya que es obligación de todos ver a la naturaleza también como nuestro prójimo, por ello insiste que “los deberes con la naturaleza y el Creador, forman parte de nuestra fe (Francisco, 2015) y es que la mayor parte  de los pobladores de este hermoso planeta, aún en la edad evolutiva que tiene nuestra especie humana, no hemos logrado entender que la tierra palpita, que siente, que la tierra tiene  inteligencia y sabiduría suprema a la nuestra; aún no logramos entender que nuestro planeta sangra. En verdad, aún no hemos entendido que es un prójimo más con el que también tenemos deberes y obligaciones, máxime cuando nuestras malas acciones hacia ella se revierten en consecuencias para nosotros. La conciencia ambiental del ser humano también ha caído en crisis porque ha sido comprada por la búsqueda de un desarrollo económico desmedido y a veces injustificado; “es la crisis de toda una concepción del mundo y de la vida basada en la idolatría de la técnica y en la explotación del hombre. Para la obtención del dinero, han sido válidos todos los medios” (Sabato, 2000, pág. 57)

Hace más de 800 años, Giovanni di Pietro di Bernardone, más conocido luego como Francisco de Asís, por allá en (Italia), ya nos dio un gran mensaje sobre la verdadera espiritualidad ecológica que debemos tener cuando  a la naturaleza y a toda la creación la llamó hermana, y exalta al Creador con un poema en el que nos invita a ver  la creación como a nuestro prójimo con el que debemos tener una verdadera cercanía y hermandad porque es nuestra madre: “Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sostiene y gobierna”.(San Francisco, s.f.)

El segundo aspecto, quizá es el fundamental y parte de la causa para que se dé lo que ya he mencionado con anterioridad. Es el tema educativo. Y hablar de educación, es zanjarnos y hacer una digresión de lo meramente instructivo - curricular para hablar de los valores sobre el conocimiento, respeto, cuidado y amor por la naturaleza y todo lo que constituye nuestro entorno. Esta tarea educativa que debe ser como lo dice   la Carta Solemne, donde se vean involucrados “los ambientes educativos, ante todo, la escuela, la familia, los medios de comunicación, la catequesis”. (Francisco, 2015b)

En la casa, es donde mayormente usamos el agua, generamos desechos contaminantes y no contaminantes, empleamos combustibles y energía eléctrica. Luego, también es tarea de los padres, enseñar al niño sobre la casa grande llamada tierra, sobre lo que representa para el ser humano y sobre todo el respeto que se le debe guardar, el sembrar esos buenos hábitos de convivencia, es la tarea primigenia y fundamental de la casa, no del gobierno local, ni de la escuela, éstos últimos actores vendrían a complementar esta tarea a través de la enseñanza desde el conocimiento científico acumulado hasta ahora por la humanidad sobre el comportamiento, los procesos y la vida que bulle en la naturaleza. Desde esa lógica cumpliríamos con la función de la educación desde las nuevas exigencias sociales; el que los alumnos “adquieran las competencias necesarias que les permitan aprender a aprender, aprender a convivir y aprender a ser” (Giráldez & Pimentel, 2015)

Por lo tanto, la tarea de buenos ciudadanos del mundo implica también una gran sensibilidad con la naturaleza, y con todos los seres que en ella habitamos, implica que tenemos la obligación de incluir a la madre naturaleza y a toda la hermana creación que en ella habita, en nuestra fe cristiana basada en obras; subrayaría, primero la familia donde con simples gestos cotidianos debemos romper esa “lógica” del descarte y promover  la enseñanza de estos valores a través de la vivencia y el buen ejemplo. Este mensaje es un llamado urbi et orbe desde la voz del sucesor de Pedro en la tierra ya que efectivamente “El ambiente es uno de esos bienes que los mecanismos del mercado no son capaces de defender o de promover adecuadamente” (Francisco, 2015c). En la historia, el ser humano fácilmente ha sacrificado y sigue sacrificando a la naturaleza por la seducción de la riqueza fácil, “La alfombra vegetal, la flora y la fauna fueron sacrificadas” (Galeano, 1970, pág. 97), pero con esa misma capacidad que tenemos de seres inteligentes, podremos sino revertir, por lo menos detener esta realidad.

Zamora, 26 de febrero de 2017

Referencias

Francisco, S. P. (18 de Junio de 2015). LAUDATO SI. Roma, El Vaticano: Libreria Editrice Vaticana.
Francisco, S. (s.f.). www.franciscanos.org. Recuperado el 25 de febrero de 2018, de www.franciscanos.org/recursos/el cántico de las criaturas 1289
Galeano, E. (1970). Las Venas Abiertas de América Latina. Montevideo: SIGLO XXI.
Giráldez, A., & Pimentel, L. (2015). EDUCACION ARTÍSTICA, CULTURA Y CIUDADANÍA. Barcelona: OEI.

Sabato, E. (2000). La Resistencia. Argentina: Planeta Argentina S.A.I.C.